PRESENTACIÓN

La Biblioteca Alberdi de Punta Alta ha asumido un claro desafío. Un Cine Club es un foro, es decir, un espacio no sólo desde el punto de vista físico, sino desde lo que entraña, un debate, una mesa redonda, una discusión sobre un tema, y en este caso, sobre una obra de arte como es un film. Es una organización socio-cultural, portadora de una dinámica especial para el conocimiento, la educación y la formación no sólo sobre el séptimo arte sino también desde lo humano, si consideramos que la obra fílmica es la consecuencia de una tarea noble sobre una concepción del hombre y del mundo, tal como sucede con la literatura, la poesía o la pintura.

domingo, 14 de julio de 2013

STAGECOACH. LA DILIGENCIA. UN WESTERN ESENCIAL




Stagecoach (La diligencia)


Ficha técnica:
Título original: Stagecoach (La diligencia)
Año: 1939
Duración: 99 min.
País: Estados Unidos
Director: John Ford
Guion: Dudley Nichols (Historia: Ernest Haycox)
Música: Varios (canciones populares americanas siglo XIX)
Fotografía: Bert Glennon (B&W)
Reparto: John Wayne, Claire Trevor, Thomas Mitchell, Andy Devine, George Bancroft, Donald Meek, Louise Platt, John Carradine, Berton Churchill, Tom Tyler, Tim Holt
Productora: United Artists
Género: Western
1939: 2 Oscars: Mejor Actor de Reparto (Thomas Mitchell). 7 nominaciones
1939: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor director



El western se inscribe en la máxima categoría de los géneros cinematográficos generados por la cultura norteamericana. A la vez que se lo considera uno de los más “inverosímiles” en términos estéticos. John Ford nos entrega veloces caballos, proezas en las acciones de extraordinarios actores, paisajes demasiado bellos, una diligencia que hasta para algunos críticos no podía existir en esos tiempos, pero historias llenas de contenidos que aluden a personajes cuya condición existencial es puesta en un estado de duda o bien transitan el cuasi religioso camino hacia el “destino manifiesto” en la que se asienta o se asentó la cultura de EE.UU. “La diligencia” en manos de John Ford es una obra casi mística sino fuera por sus rasgos épicos que sobrevaloró para alegría y felicidad del pueblo norteamericano, y por qué no del mundo occidental. Considerada una obra maestra dentro del género, y fuera también, Ford, junto con Orson Welles, Stanley Kubrick y algunos pocos más, está considerado un prodigio que como Chaplin, o Hitchcock, trascienden sus obras y su origen para ser, exagerando un poco, como dijo Bertolucci, casi un Homero del cine o del séptimo arte. Su concepción trágica de sus historias -más en el western-, sus personajes a contramano de las convenciones y las pautas morales de esa época, lo ubican como un precursor y un realizador muy especial. Esa diligencia es un símbolo, una metáfora, y se concentran sobre ella el origen, la épica y el destino de millones de norteamericanos.
Distintos personajes, de variada condición moral, social y cultural, y estamos hablando del lejano oeste, durante la conquista y colonización, como ser un delincuente resentido y ávido de venganza, una típica mujer de los burdeles del western expulsada por las autoridades civiles y eclesiásticas del pueblo, un incondicional y peligroso jugador de póker, la esposa embarazada de un miembro del glorioso ejército, un médico bebedor, y un sheriff, deberán contener la embestida de un malón de una tribu apache, en un contexto donde las relaciones interpersonales, con los matices propios de individuos conflictivos y de dudosa integridad ética y moral, es el escenario, aislado y abandonado a su propia su suerte de esa lucha titánica frente a la adversidad.
Como en algún momento dijo Borges, “el western es la última forma de la épica”, por supuesto refiriéndose y comparándolo a los héroes mitológicos de la épica griega y de la literatura posterior.
“Todo esto, por supuesto, cubierto o protegido por un tinte religioso que nos remite a las posturas más ortodoxas y fundamentalistas de las creencias musulmanas que tanto critica y denosta el “American Self-Made Men” invocando el “American Dream”, la libertad y la justicia del mundo occidental. La moral super burguesa, las posturas liberales, la hipocresía en las relaciones matrimoniales, “el destino manifiesto”, la religiosidad dominguera, la maquinaria o el complejo bélico-industrial, y los códigos de conducta y prohibiciones a todo aquello que signifique romper con esa moralina, son y fueron los resortes a los cuales se apeló para la imposición y el dominio de sus valores y creencias, asentadas en un manejo bíblico del destino, una “temible” esperanza en la realización de un país joven y poderoso junto con la destrucción de todo aquello que encarne la inminente llegada del Apocalipsis. Eso ha sido y seguirá siendo el genio y la inteligencia de un cine que si bien invoca los ideales perdidos, o la pérdida de las ilusiones, no es ni más ni menos que la lucha inclaudicable por la defensa irrestricta de un estilo de vida y la conservación de sus bienes por sobre todas las cosas.” (Cine en Punta)