PRESENTACIÓN

La Biblioteca Alberdi de Punta Alta ha asumido un claro desafío. Un Cine Club es un foro, es decir, un espacio no sólo desde el punto de vista físico, sino desde lo que entraña, un debate, una mesa redonda, una discusión sobre un tema, y en este caso, sobre una obra de arte como es un film. Es una organización socio-cultural, portadora de una dinámica especial para el conocimiento, la educación y la formación no sólo sobre el séptimo arte sino también desde lo humano, si consideramos que la obra fílmica es la consecuencia de una tarea noble sobre una concepción del hombre y del mundo, tal como sucede con la literatura, la poesía o la pintura.

domingo, 28 de octubre de 2012

NOTA DE LA NUEVA PROVINCIA SOBRE EL CINE CLUB DOS MIRADAS Y LA BIBLIOTECA ALBERDI

Exitoso ciclo del Cineclub: así titula el diario La Nueva Provincia las actividades que El Cine Club "Dos Miradas" se encuentra desarrollando en las instalaciones de la Biblioteca Alberdi, por otra parte emprendimiento organizado y promovido por la misma Biblioteca dentro de la intensa actividad cultural que realiza.

A continuación la nota completa:


Exitoso ciclo del Cineclub
Es en la Asociación Cultural Juan Bautista Alberdi. Se convocó a dos referentes de la actividad: los hermanos Luis y Héctor Correa.

Cuando principiaba la actividad cultural del año en el distrito rosaleño, más concretamente en el otoñal abril, la comisión directiva de la Asociación Cultural Juan Bautista Alberdi y la biblioteca homónima, asumió un desafío por demás interesante, la recreación de un cineclub.
Para tal fin convocaron a dos referentes de tal actividad, los hermanos Luis y Héctor Correa, quienes, afortunadamente aceptaron el convite y, como se diría en alguna que otra película de acción o del policial negro norteamericano, "volvieron a las andadas".
No tuvieron mejor idea que poner manos a la obra con un cineclub aggiornado a la tecnología y las circunstancias actuales, al cual dieron en llamar Dos Miradas y con un ciclo denominado "La películas que hay que ver", con una frecuencia de dos sábados por mes, desde las 18 en la citada biblioteca. Con un ingrediente inmejorable, además: entrada libre y gratuita.
"El cineclubismo es un proyecto de actividad cultural con profundas raíces, nacido en Europa y con gran repercusión en la Argentina a fines de los 50 y en la década del 60, con la aparición de grupos tales como "Gente de Cine" o Núcleo", en Buenos Aires", indicó Héctor Correa en diálogo exclusivo con "La Nueva Provincia".
"Nació como un fenómeno internacional con la intención de mirar a las películas más como un producto artístico que como un mero entretenimiento", agregó.
Comentó Correa que Punta Alta contó con su cineclub en la década del 60 y destacó que en los primeros años de la vuelta a la democracia en el país, y al amparo de un revival de la actividad, se formó una agrupación similar que, fogoneada por el Círculo de Ajedrez y auspiciada por la comuna rosaleña en ese entonces, llevó a cabo encuentros de fines de semana con debates incluidos en un salón de la Dirección de Cultura ubicado en la estación terminal.
Además tuvo su contrapartida televisiva en el entonces único canal de cable existente, cuyas presentaciones realizaba el inefable Oscar Molfino, promotor de la filosofía cineclubista e inolvidable referente de la historia cultural rosaleña.
Producción. La programación de 2012 fue inaugurada con una producción emblemática, "Cinema Paradiso", dirigida por Giuseppe Tornatori y con la majestuosa actuación de Philipe Noiret, en el rol central.
"Arrancamos con una película que queríamos fuera emblemática, quizás no tanto desde el punto de vista técnico-cinematográfico, pero indudablemente emotiva y de una tremenda carga afectiva. Queríamos mostrar ese homenaje a la memoria del viejo edificio del cine del pueblo. La gente lloró de emoción y siguió viniendo y aportando a este ciclo", especificó Correa.
En referencia a la denominación del ciclo Correa explicó que ellos consideran que se trata de producciones que se deben ver especialmente por sus valores simbólicos y representativos de ciertos momentos de la historia del cine.
Otras películas presentadas durante el actual ciclo fueron la realización iraní "La Separación", del director y guionista Asghar Farhadi, galardonada como la mejor película extranjera en la entrega de los premios Oscars de la Academia de Hollywood de este año; y The Wall, ese magnífico manifiesto antibelicista de Alan Parker, de una ácida visión crítica de la rígida educación británica.
También causó impacto, entre otras obras, Paris, je t'aime, una serie de 18 cortometrajes sobre el amor en los diferentes distritos de la Ciudad Luz, realizados por distintos directores como, entre otros, los hermanos Joel y Nathan Coen, Isabel Coixet, Wes Craven y Gus Van Sant; y con protagonistas como Natalie Portman, Elijah Wood, Nick Nolte, Ben Gazzara, Gerard Depardieu, Willem Dafoe, y varios más de una larga lista de grandes figuras de la cinematografía.

Lo que viene. Para los futuros encuentros, y con la intención de culminar en diciembre, los hermanos Correa tienen en carpeta un par de impactantes producciones de Clint Eastwood, "Río Místico" y "Gran Torino", y "La vida de los otros", del director alemán Florian Henckel Von Donnersmarck, basada en la intrusión en la vida privada de los ciudadanos por parte de los servicios secretos germanos después de la caída del Muro de Berlín.
"La particularidad de nuestro proyecto es promover entre los asistentes la idea de que no van a ver cine exclusivamente desde el punto de vista cinematográfico, sino que también tratamos de cubrir todos los aspectos que confluyen en la confección de una película, como los literarios y de guión, de sonido, de imagen, de la actuación, de la escenografía, del vestuario y de todos los otros que se propongan", aseveró Héctor Correa.
Comentó que acuden a distintas fuentes para conseguir el material. "Se compra, se consigue mediante la consulta a coleccionistas, se busca en los videoclubes y, a veces, hasta los propios asistentes nos acercan títulos. Contamos además con el respaldo de nuestro propio blog, y otro denominado Cine en Punta.
"La idea es continuar con el proyecto en los próximos años. Para ello ya preparamos otros ciclos con diversos temas tales como, el nuevo cine británico, la nouvelle vogue francesa, el neorrealismo italiano, las obras de teatro adaptadas al cine, el policial negro norteamericano, los mejores directores. Para ello contamos con la participación de la gente. Queremos que se sientan cómodos tanto para ver las películas como para comentarlas y debatir sobre ellas", manifestó Correa finalmente.

Para leer la nota también se puede seguir en el siguiente link:
 
 
 
 
 

lunes, 22 de octubre de 2012

IL POSTINO Y EL CINE CLUB DOS MIRADAS

 
 
 
 

..."Escribir, ..., sobre los años o las horas finales de un gran poeta es ya, -sin más y de ahí el reto de esas obras-, escribir sobre la vida de cualquier hombre, el cual siente cómo fluye por sus venas un tiempo que fue intensísimo vitalmente, pero que ahora ya está medido en sus instantes.
Estas que vengo subrayando son, a mi entender, las claves con las que hay que leer una obra como El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta, por más que -como hemos dicho- la vida del poeta, del hombre de que se nos habla en su libro ya desde el título esté para nosotros ahí, a la vuelta de la esquina, y sean muy vivos los acontecimientos históricos en que se desenvolvió. Y, sobre todo, nos asalte el convulsivo final de la misma, estrechamente fundido con el convulsivo final de la democracia en su país, Chile.
Ésta era la prueba que, sobre todo, debía superar Skármeta en su novela: desde un presente muy delicado y vivo tenía que salvar para lo esencial no ya la figura del poeta, sino la de un poeta que nos es coetáneo, que aún sentimos muy cercano, que conocimos...
Dicen los orientales que un hombre puede hacer llegar los latidos de su pensamiento si su mundo es auténtico, mucho más allá de las cuatro paredes de la habitación en que está encerrado. Algo de este tiempo, intenso y solitario, palpita en toda la obra de Skármeta, en esas visitas asombradas y puras del cartero inocente a la casa del intelectual sabio.
Este autor ha tenido también el acierto de entregarnos la perenne y valiosa intemporalidad del poeta, pero sin dejar de mostrarnos allá al fondo -en anécdotas; cartas, juegos de palabras, rasgos de humor, ironías-, la presencia de la historia, sin la que no es posible comprender esa especie de aislamiento o exilio sereno y nutricio."...

Antonio Skármeta
El cartero de Neruda
Prólogo de Antonio Colinas





 
"Mi discurso será una larga travesía, un viaje mío por regiones, lejanas y antípodas, no por eso menos semejantes al paisaje ya las soledades del norte. Hablo del extremo sur de mi país. Tanto y tanto nos alejamos los chilenos hasta tocar con nuestros limites el Polo Sur, que nos parecemos a la geografía de Suecia, que roza con su cabeza el norte nevado del planeta.
Por allí, por aquellas extensiones de mi patria adonde me condujeron acontecimientos ya olvidados en sí mismos, hay que atravesar, tuve que atravesar los Andes buscando la frontera de mi país con Argentina. Grandes bosques cubren como un túnel las regiones inaccesibles y como nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos tan sólo los signos más débiles de la orientación. No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata -eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando mas bien el derrotero de mi propia libertad. Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros montados en sus caballos marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas delos grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino. Cada uno avanzaba embargado en aquellasoledad sin márgenes, en aquel silencio verde y blanco, los árboles, las grandes enredaderas, el humus depositado por centenares de años,los troncos semi-derribados que de pronto eran una barrera más en nuestra marcha. Todo era a la vez una naturaleza deslumbradora y secreta y ala vez una creciente amenaza de frío, nieve, persecución. Todo se mezclaba: la soledad, el peligro, el silencio y la urgencia de mi misión. A veces seguíamos una huella delgadísima, dejada quizás por contrabandistas o delincuentes comunes fugitivos, e ignorábamos si muchos de ellos habían perecido, sorprendidos de repente por las glaciales manos del invierno, por las tormentas tremendas de nieve que, cuando en los Andes se descargan, envuelven al viajero, lo hunden bajo siete pisos de blancura.
A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que habían soportado muchos inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, altos cúmulos de madera para recordar a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir y quedaron allí para siempre debajo de las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos.
Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas vertientes nacidas en las cumbres de los Andes se precipitan, descargan su fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen tierras y rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero esa vez encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado. Los caballos entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera.Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestiapugnaba por mantener la cabeza al aire libre. Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla, los baqueanos, los campesinos que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:
-¿Tuvo mucho miedo?
-Mucho. Creí que había llegado mi última hora,dije.
Íbamos detrás de usted con el lazo en la manome respondieron. -Ahí mismo-agregó uno de ellos-cayó mi padre y lo arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted.Seguimos hasta entrar en un túnel natural que tal vez abrió en las rocas imponentes un caudaloso río perdido, o un estremecimiento del planeta que dispuso en las alturas aquella obra, aquel canal rupestre de piedra socavada, de granito, en el cual penetramos. A los pocos pasos las cabalgaduras resbalaban, trataban de afincarse en los desniveles de piedra, se doblegaban sus patas, estallaban chispas en las herraduras: más de una vez me vi arrojado del caballo y tendido sobre las rocas. La cabalgadura sangraba de narices y patas, pero proseguimos empecinados el vasto, el espléndido, el difícil camino.
Algo nos esperaba en medio de aquella selva salvaje. Súbitamente, como singular visión, llegamos a una pequeña y esmerada pradera acurrucada en el regazo de las montañas: agua clara, prado verde, flores silvestres, rumor de rios y el cielo azul arriba, generosa luz ininterrumpida por ningún follaje.
Allí nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: y mayor condición de sagrada tuvo aun la ceremonia en la que participé. Los vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, unacalavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros de hueso. Me uní a ellos en aquella ofrenda destinada a toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas las raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro muerto. Pero no se detuvo en este punto la inolvidable ceremonia. Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes. Comprendí entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aún en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.
Más lejos, ya a punto de cruzar las fronteras que me alejarían por muchos años de mi patria, llegamos de noche a las últimas gargantas de las montañas. Vimos de pronto una luz encendida que era indicio cierto de habitación humana y, al acercarnos, hallamos unas desvencijadas construcciones, unos destartalados galpones al parecer vacíos. Entramos a uno de ellos y vimos, al calor de la lumbre, grandes troncos encendidos en el centro de la habitación, cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche y que dejaban escapar por las hendiduras del techo ml humo que vagaba en medio de las tinieblas como un profundo velo azul. Vimos montones de quesos acumulados por quienes los cuajarona aquellas alturas. Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres. Distinguimos en el silencio las cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que, naciendo de las brasas y la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado en el camino. Erauna canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de donde veníamos, hacia la infinita extensión de la vida.
Ellos ignoraban quienes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía ni mi nombre. ¿O lo conocían, nosconocían? El hecho real fue que junto a aquel fuego cantamos y comimos, y luego caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos elementales.A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de las cordilleras y nos acogió en su seno.
Chapoteamos gozosos, cavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos kilómetros de jornadas que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos empujaba al gran camino del mundo que me estaba esperando. Cuando quisimos dar (lo recuerdo vivamente) a los montañeses algunas monedas de recompensa por las canciones, por los alimentos, por las aguas termales, por el techo y los lechos, vale decir, por el inesperado amparo que nos salió al encuentro, ellos rechazaron nuestro ofrecimiento sin un ademán. Nos habían servido y nada más. Y en ese nada más en ese silencioso nada más había muchas cosas subentendidas, tal vez el reconocimiento,tal vez los mismos sueños.
Señoras y Señores:
Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría. Si he narrado en este discurso ciertos sucesos del pasado, si he revivido un nunca olvidado relato en esta ocasión y en este sitio tan diferentes a lo acontecido, es porque en el curso de mi vida he encontrado siempre en alguna parte la aseveración necesaria, la fórmula que me aguardaba, no para endurecerse en mis palabras sino para explicarme a mí mismo.
En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y en aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y pienso que la poesía es una acción pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el senti miento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta revelación de la naturaleza. Y pienso con no menor fe que todo e sta sostenido -el hombre y su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesia en una comunidad cada vez más extensa, en un ejercicio que integrará para siempre en nosotros la realidad y los sueños, porque de tal manera los une y los confunde. Y digo de igual modo que no sé, de spués de tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un vertiginoso río, al bailar alrededor del cráneo de una vaca, al bañar mi piel e n el agua purificadora de las más altas regiones, digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros seres, o era el men saje que los demás hombres me enviaban como exigencia o emplazamiento. No sé si aquello lo viví o lo escribí, no sé si fueron verdad o poesía, t ransición o eternidad los versos que experimenté en aquel momento, las experiencias que canté más tarde.
De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todoslos caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.
En verdad, si bien alguna o mucha gente me consideró un sectario, sin posible participación en la mesa común de la amistad y de la responsabilidad, no quiero justificarme, no creo que las acusaciones ni las justificaciones tengan cabida entre los deberes del poeta. Despuésde todo, ningún poeta administró la poesía, y si alguno de ellos se detuvo a acusar a sus semejantes, o si otro pensó que podría gastarse la vida defendiéndose de recriminaciones razonables o absurdas, mi convicción es que sólo la vanidad es capaz de desviarnos hasta tales extremos. Digoque los enemigos de la poesía no están entre quienes la profesan o resguardan, sino en la falta de concordancia del poeta. De ahí que ningún poeta tenga más enemigo esencial que su propia incapacidad para entenderse con los más ignorados y explotados de sus contemporáneos; y esto rige paratodas las épocas y para todas las tierras.
El poeta no es un pequeño dios. No, no es un pequeño dios. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños. Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera. Sólo por ese camino inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía el anchuroso espacio que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros mismos.
Los errores que me llevaron a una relativa verdad, y las verdades que repetidas veces me condujeron al error, unos y otras nome permitieron -ni yo lo pretendí nunca-orientar, dirigir, enseñar lo que se llama el proceso creador, los vericuetos de la literatura. Pero sí me di cuenta de una cosa: de que nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra propia mitificacion. De la argamasa de lo que hacemos, o queremos hacer, surgen más tarde los impedimentos de nuestro propio y futuro desarrollo. Nos vemos indefectiblemente conducidos a la realidad y al realismo, es decir, a tomar una conciencia directa de lo que nos rodea y de los caminos de la transformación, y luego comprendemos, cuando parece tarde, que hemos construido una limitación tan exagerada que matamos lo vivo en vez de conducir la vida a desenvolverse y florecer. Nos imponemos un realismo que posteriormente nos resulta más pesado que el ladrillo de las construcciones, sin que por ello hayamos erigido el edificioque contemplábamos como parte integral de nuestro deber. Y en sentido contrario, si alcanzamos a crear el fetiche de lo incomprensible (o de lo comprensible para unos pocos), el fetiche de lo selecto y de lo secreto, si suprimimos la realidad y sus degeneraciones realistas, nos veremos de pronto rodeados de un terreno imposible, de un tembladeral de hojas, de barro, de libros, en que se hunden nuestros pies y nos ahoga una incomunicación opresiva.
En cuanto a nosotros en particular, escritores de la vasta extensión americana, escuchamos sin tregua el llamado para llenar ese espacio enorme con seres de carne y hueso. Somos conscientes de nuestra obligación de pobladores y -al mismo tiempo que nos resulta esencial el deber de una comunicación critica en un mundo deshabitado y, no por deshabitado menos lleno de injusticias, castigos y dolores, sentimos también el compromiso de recobrar los antiguos sueños que duermen en las estatuas de piedra, en los antiguos monumentos destruidos, en los anchos silencios de pampas planetarias, de selvas espesas, de ríos que cantan como sueños. Necesitamos colmar de palabras los confines de un continente mudo y nos embriaga esta tarea de fabular y de nombrar. Tal vez ésa sea la razón determinante de mi humilde caso individual: y en esa circunstancia mis excesos, o mi abundancia, o mi retórica, no vendrían a ser sino actos, los más simples, del menester americano de cada día. Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable: cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo: cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos.
Extendiendo estos deberes del poeta, en la verdad o en el error, hasta sus últimas consecuencias, decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas deslumbrantes. Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos. Y aunque mi posición levantara o levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales.
Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas, alhajas de fulgor deslumbrante: pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos porlas épocas terribles del colonialismo que aún existe.
Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanza solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia. Pero, ¿Qué sería de mí si yo, por ejemplo, hubiera contribuido en cualquiera forma al pasado feudal del gran continente americano? ¿Cómo podría yo levantar la frente, iluminadapor el honor que Suecia me ha otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país? Hay que mirar el mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad, a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender quemuchos escritores se niegan a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los pueblos americanos.
Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes. Porque creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía.
Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: A l'aurore, armés d'une ardente patience, nous entrerons aux splendides villes.(Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudades.)
Yo creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Yo vengo de una oscura provincia, de un país separado de todos los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre. No perdí jamás la esperanza. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía, y también con mi bandera.
En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.
Así la poesía no habrá cantado en vano."

lunes, 15 de octubre de 2012

VALIOSO APORTE DEL BLOG DE LA TECNICATURA UNIVERSITARIA EN PERIODISMO Y EMPRENDIMIENTOS DE LA COMUNICACIÓN. SEDE PUNTA ALTA

Recomendamos leer:

http://periodismoenredaccion.blogspot.com/2012/10/el-objetivo-principal-de-estos-ciclos.html

Valioso aporte del blog de la Tecnicatura Universitaria en Periodismo y Emprendimientos de la Comunicación. Sede Punta Alta, acerca de la última proyección de "Babel" en la Biblioteca Alberdi por el Cine Club "Dos Miradas", en el ciclo "La películas que hay que ver".

Héctor Correa

sábado, 6 de octubre de 2012

CINE CLUB "DOS MIRADAS". BIBLIOTECA ALBERDI

CINE CLUB "DOS MIRADAS" 

BIBLIOTECA ALBERDI Y LOS HERMANOS HECTOR Y LUIS CORREA PRESENTAN:

BABEL



(2006). Director: Alejandro González Iñárritu. Guión: Guillermo Arriaga. Protagonizada por Gael García Bernal, Brad Pitt, Cate Blanchett, Adriana Barraza y Koji Yakusho. Recibió varios premios, entre ellos el Globo de Oro en 2007.

Oscar a la mejor banda de sonido al argentino Gustavo Santaolalla. Premio al mejor director en el Festival de Cannes, y el Premio François Chalais del jurado ecuménico también en Cannes, entre otros.

SABADO 13 DE OCTUBRE A LAS 18:00

ENTRADA GRATIS


La soberbia del hombre, y por otro la violencia en las distintas o previsibles regiones de este mundo, el azar y las condiciones culturales imponen conductas desencadenantes de tragedias irremediables. Hoy, nos diría González Iñárritu, y quizá haya sido siempre así, determinados acontecimientos más allá de la voluntad del hombre, por pequeños que sean, producen un efecto que arrastra una sucesión de hechos incontrolables y de consecuencias desastrosas. Esto es lo que sufren los personajes de “Babel”.
 
Héctor Correa